Publicado por: María Brito Torrealba.
Hay sonidos que no son audibles para el
oído pero no quiere decir que no existan, y que de alguna manera podamos
percibir su vibración; están ahí,
vibrando, y no podemos identificarles, pueden ser dañinos y como no les reconocemos no podemos
defendernos de ellos.
Hay sonidos tóxicos. Sí, tóxicos, como tóxicas
las personas que los emiten. No nos damos cuenta cuando nos manipulan con ellos, y es que
somos presa fácil de ser manipulados a través de ellos; es por eso que debemos
mantenernos muy alertas, ya que somos sensibles a las vibraciones sonoras. Nuestras
células pueden, percibir, oír, y responder. Debemos de manera casi obligada
aprender a oír las respuestas de nuestro
cuerpo, él habla pero no le oímos, él nos dice cuando correr, o cuando
quedarnos.
¡Elegir el tipo de música que queremos
oír y no dejarnos llevar por la moda!
Escoger ver un programa de TV o apagar la
tele, como nos destruyen con comentarios que no queremos oír.
Poder decir: “¡Por favor!, espera un momento, háblame de otra cosa, eso no lo quiero
oír. Dime algo que me llene, ¡que me nutra!, y si de tu boca no puede salir, por
favor, guarda silencio.”
Ya es hora de cambiar por un verso o un
canto un comentario insulso... o mal
intencionado.
Testimonios de los alumnos que cantan el
resonador del día, en la escuela Neijing
Maracay:
- Relajación… cosquilleo en el estómago…
expansión del tórax…
- El sonido me transporta a un plano de meditación.
- Sentí burbujas en toda la boca.
- La vibración en la cabeza, al terminar de cantar continuaba vibrando todo mi cuerpo, ¡muy placentero!
- Pude sentir y ver mi interior con una tranquilidad plena y una armonía sonora.
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