Actualmente, podemos decir que, de una forma u otra, todos estamos enfermos. El que no padece una sintomatología física, sufre emocionalmente, tiene estrés, o le obsesionan sus preocupaciones. Es difícil, en nuestro mundo de hoy, encontrar seres saludables en todas las facetas de su vida. Asistimos, por tanto, a una humanidad que, genéricamente, vive un proceso de enfermedad en el que participamos tanto hombres como mujeres.
Sin embargo, de entre todos, la mujer padece una doble enfermedad porque está sometida a un estado de miedo casi permanente, una discriminación, una infravaloración, una disminución de recursos intelectuales, económicos, culturales y emocionales; el esclavismo y el maltrato hacia la mujer sigue siendo demasiado frecuente en el mundo. Y todo ello hace que la mujer padezca esa doble enfermedad que, en muchas ocasiones, es invisible o subterránea.
Esto es así porque las sociedades en las que vivimos aún siguen teniendo una clara hegemonía del varón, y la especie femenina, además de haber sido utilizada, ha sufrido un claro proceso de desidentificación. Hasta donde podemos entender, un ser desidentificado no goza de todas sus posibilidades saludables, entre otras cosas, porque no las conoce.
Si no mejoramos la salud de lo femenino la especie humana terminará siendo una especie deteriorada. Salud en femenino que sucederá conforme la mujer se identifique en su verdadero papel, deja de estar sujeta a los dictámenes de lo masculino, y no desarrolle mecanismos autoagresivos hacia sí misma ni hacia su entorno.
Por eso pensamos que todo proceso de salud de cualquier ser, hombre o mujer, precisa de una salud fructífera de lo femenino, de un bienestar de esa fémina.
De ahí que en este espacio aportamos diferentes enfoques y estrategias tanto humanistas como energéticos para colaborar a la salud de lo femenino y, por tanto, de la humanidad.
